Ideas para ser feliz en la ciudad
Tiempos prácticos y urgentes para hablar de felicidad. Suena a lujo, a banalidad, a falta de realismo o exceso de cinismo. Pero es justo en estos tiempos cuando su presencia se vuelve quizás más necesaria. Sobre todo cuando hablamos de las ciudades contemporáneas. Sobre todo cuando hablamos de Lima.
El descubrir la felicidad entre los miembros de un mismo espacio puede mejorar los canales de comunicación y lograr una postura más participativa de sus miembros y no solo receptiva. Hay un vinculo emocional que se ha roto hace mucho tiempo entre los limeños con Lima y si eso no se restituye muchas reformas quizás no lleguen a tener la trascendencia esperada. Estas líneas que me gustaría compartir, es una idea en borrador, un preámbulo a una suma de proyectos que espero poder concretar a lo largo de estos años con el apoyo de gente amiga y talentosa que conozco y espero seguir conociendo.
La idea es simple pero ambiciosa: lograr que más gente sea feliz en su ciudad ...y empezar por Lima.
Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de felicidad? Para Aristóteles es una actividad racional y voluntaria que debe ser educada sobretodo dentro de una comunidad (1). Para Fernando Savater (2), sin embargo, la idea de felicidad no existe. Uno no puede ser feliz si sabe que puede dejar de serlo. Ser realmente feliz exigiría ser invulnerable. Él prefiere hablar de la alegría: Se está alegre en una situación pase lo que pase después. La alegría es efímera pero a la vez inagotable, se reinventa cada día y es energía que se expande sobretodo en sociedad: “La gente disfruta más cuando ve que los demás saben que está disfrutando”. Es decir, se es más feliz cuando compartimos esa alegría en conjunto.
Para mis ideas la felicidad se asume como eso: alegría, una alegría social que se retroalimenta del prójimo y que es a la que haré alusión en adelante.
¿Es posible, entonces, planificar la felicidad en una ciudad? Y sobretodo ¿en una ciudad como Lima? Yo pienso que sí y que debe considerarse como prioridad de todos como sociedad. Como lo dije antes, el descubrir esa alegría entre los miembros de un mismo espacio permitirá mejorar los canales de comunicación y participación. Lima es una ciudad de origen virreinal que ha crecido a base de múltiples migraciones lo que la convierte en una ciudad de extraños. No tiene tradiciones que la integren por completo. Salvo la gastronomía, es una ciudad que funciona con tradiciones paralelas y cerradas entre sí, generando lo que podría ser su mayor problema: la negación del otro. Este mal coexiste en todos los estratos sociales, de género y edad. Origina actividades que convierten el espacio urbano en un medio salvaje y desgastante. Desde a la señora en camioneta de lujo que revienta el claxon para “apurar” el tráfico sin importar la bulla a los peatones porque estos “no existen” hasta el vendedor ambulante que bota su basura en la acera porque sus vecinos “no existen”, son muestra de que prevalece siempre el beneficio propio en perjuicio del otro. La criollada, es entendida como una virtud y eso sucede no porque seamos en sí personas de mala entraña sino porque cuando pisamos la calle nuestro estado cambia radicalmente del confort al de sobrevivencia, cuando lo normal de un ciudadano en la calle es estar en grado de alerta. El grado de alerta permite, entre otras cosas, cuidar los objetos personales, tener pudor (uno no andaría calato por la calle), asimilar que, a diferencia de la casa, la calle va a contener elementos por descubrir ( un perro, un vestido, un amor … etc.) y eso genera que nuestros sentidos cambien y se agudicen. Eso es normal, uno no puede buscar caminar por la calle como la hace en su casa, es imposible. Pero en Lima, como en varias otras ciudades, este estado ha pasado al extremo: al de sobrevivencia.
Mejores ciudadanos hacen una mejor ciudad, es una frase inspirada en los escritos de Pedro Gadhan (3) que parten de la premisa que una ciudad la hacen las personas y no sus edificios. Su tesis, que se contrapone al pensamiento moderno de la arquitectura que basa el desarrollo en cemento sobre el cual el civismo ha de amoldarse y “educarse”, ha inspirado a alcaldes como Lerner o Mockus, y estoy seguro que a la misma Susana. La idea de que la solución neural está en trabajar directamente sobre las aspiraciones y frustraciones de las personas que los integran es el origen del cambio. Sí bien las políticas de transporte, infraestructura, seguridad y salud son imprescindibles y urgentes esto nunca va a tener la trascendencia necesaria si los ciudadano no se reconcilian con su ciudad. Para ponerlo más claro, si tuviéramos la oportunidad mediante un invento magnífico de devolver la vista a todos los ciegos de nacimiento, será imprescindible darles un soporte psicológico para poder integrarlos y abrirles la mente a toda la información visual que recibirán; sin ese apoyo probablemente no soportarían tal cambio y se volverían a refugiar en su calmada ceguera haciendo de ese magnífico invento un fracaso. Lo mismo sucede en Lima, hay que enseñar al ciudadano ver su calle, no como un medio de paso, sino como un lugar para estar, reír, compartir. En el momento en que se descubre la felicidad, la alegría, en un espacio público, este se enriquece, cambia la actitud del ciudadano a una más participativa y lo convierte en un aliado del municipio para lograr reformas necesarias. Esta es la razón del proyecto:
Generar un programa alternativo que tenga como objetivo generar, incubar y promover proyectos de pequeña escala en zonas específicas de Lima que permitan a los ciudadanos acercarse entre sí y lograr un cambio de actitud progresiva y enriquecedora.
Está inspirado en el término de Acupuntura Urbana, con el que Jaime Lerner define este tipo de proyectos ya que actúan sobre puntos físicos o psicológicos de la urbe logrando una trascendencia en su entorno inmediato y un cambio de actitud frente al problema. “Una ciudad puede cambiar en tres años, no importa la escala ni los recursos financieros. Sin interferir en la planificación general se pueden realizar actuaciones rápidas de mejora en puntos concretos”(4)
El funcionamiento de SER FELIZ EN LA CIUDAD estaría basado en recursos mixtos. La MML podría ser su apoyo logístico y la empresa privada su financiamiento. La idea es que el programa genere proyectos que sean lo más AUTOSOSTENIBLE posible e involucrar a los vecinos en su ejecución y mantenimiento. Me lo imagino dirigido por un equipo multidisciplinario con proyectos interdisciplinarios y donde arquitectos, diseñadores, sociólogos y economistas rompan sus límites en busca de un sueño común.
Ojalá esta idea de domingo pueda este año despegar. No hace falta gente, tenemos talento de sobra, lo que falta, creo yo, es voluntad política y no me refiero solo a los funcionarios públicos me refiero a todos como ciudadanos. Hacer política, como bien nos lo enseña el generoso Gastón, no requiere de cargos ni de partidos, sino de sueños y coraje. Algo que los dragones saben tener, y este es un buen año para empezar a despertarlo.
Alexander Meza
Esta idea está sustentada por trabajos los hechos por los arquitectos Pedro Gadhan y Jaime Lerner , los cursos de Ethel Baraona y Paco González de la l asociación Urban Social Design en Barcelona y por todos los amigos que alguna vez hemos soñado con algo así en una tarde de domingo.
(1) Aristóteles, Moral a Nicómaco Libro IV . Barcelona.
(2) Fernando Savater, El Contenido de la Felicidad. Madrid
(3) Jaime Lerner. Arquitecto y 3 veces alcalde de Curitiva-Brasil. Ha desarrollado una gestión en base a una inclusión social usando el diseño como principal herramienta de cambio. Es al autor del sistema de transporte que ha servido de base para el Metropolitano en Lima, Transmilenio en Bogota y en muchas otras.
(4) Conferencia de Jaime Lerner dentro del evento TED Buenos Aires. Abril 2010