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Condones para bombillas.

ECO-VICTIMAS Lo que la ecología nos está quitando

Publicado: 2012-02-26

Los políticos lo saben, los diseñadores también. Nada vende más que ser verde y todo se siente mejor si estoy salvando el planeta. No es que esté en contra de la conciencia ecológica pero sí de la imposición de dogmas que uno tiene que aceptar por ser socialmente correcto. Sobre todo porque muchos de estos postulados pro-planeta terminan siendo más dañinos para la salud pública e incluso más contaminantes dentro de un largo plazo. No sé por qué pero la ecología esta camino a convertirse como en una religión y como tal nos ofrecerá productos que nos liberen de culpas y nos aten a determinadas formas de vida. Ser ecológico, para mí, debería implicar defender aquellos productos que nos acompañaron toda la vida y hacer que su belleza implícita evolucione para que se adapte a las nuevas necesidades. Acá 3 víctimas de esa fiebre verde que poco a poco nos está cegando.

La bombilla incandescente

Mi lámpara de noche aún tiene una, la uso, la cuido y la quiero porque es la misma luz que acompañó toda mi infancia. La enciendo y me teletransporto, y no hay mejor cosa que dormirse oliendo los colores que te hicieron feliz de niño. Pero pronto esto acabará. Tanto el Parlamento Europeo como el Senado Norteamericano están legislando la prohibición al foco incandescente por razones ecológicas. Pronto comprarlo será ilegal.  Sin embargo solo el 30% es el promedio de la energía que una casa destina a su iluminación. Planchar la ropa consume muchísimo más que esas bombillas y no he visto a nadie salir con un polo que diga “Yo no plancho mi ropa para salvar el planeta”.

Luchar contra el foco incandescente es absurdo sobretodo porque su luz es de mucho mejor calidad; contiene el espectro luminoso completo por lo que es más saludable. El “ahorrador”, en cambio, tiene una luz pésima, combina solo 3 pigmentos fluorecentes  (rojo/ verde/ azul) y  reproduce mal los colores; nos condena a ver las cosas cotidianas de nuestra vida en tonos pobres y limitados e inclusive, según estudios sobre la relación iluminación-salud realizados en Alemania y países nórdicos, se sabe que este tipo de luz es capaz de producir depresión si se lleva mucho tiempo expuesto a ella. (1).

La calidad de vida dentro de una sociedad que convive con la luz artificial es un tema de salud pública que a muy pocos parece importarle. Lo lógico hubiera sido evolucionar la bombilla incandescente y hacerla más efectiva energéticamente invirtiendo en investigación y sobretodo en educación para un mejor uso de la energía doméstica, y no condenarnos a usar un producto tan mediocre.  Entonces…..¿por qué es tan querido el foco ahorrador por parte de los gobiernos?  Pues básicamente por un tema económico: una renovación a nuevos procesos y materiales como el mercurio que, irónicamente, son los más contaminantes y que nadie sabe cómo han de reciclarse pero que reanima una industria golpeada por la recesión. Muchos no lo saben pero la razón de que los ahorradores cuestan tan caros es por un tema de monopolio de producto. Es decir, al no tener nosotros, como usuarios, una alternativa en el mercado que no sean los ahorradores lo fabricantes acuerdan congelar el precio para lograr una mayor utilidad. Se calcula que con un foco ahorrador se gana unas 25 veces más que con los incandescentes. Ahí la razón a tanto amor.  ¿Ecológico?  No creo.

El plástico

Gracias al plástico apareció el cine, la música en discos de vinilo, los juguetes ligeros y los jugos en la lonchera. No me imagino mi vida sin la transparencia y ligereza de estos polímeros. Me resisto a usar shampoo en botellas de vidrio o condones de papel kleenex.

El plástico en sí no es malo, su problema es que aún no ha terminado de evolucionar. Contamina porque no se destruye con facilidad y algunos son dañinos si se calientan con alimentos  porque tiene la propiedad de ablandarse con el calor. Es decir sus fortalezas terminan siendo sus debilidades. El plástico es el patito feo de los diseños y la usamos casi con un sentimiento de culpa cuando lo que vendría mejor es a volver a quererlos por todo lo que nos ha regalado. Fomentar nuevas formas de producción más sostenibles que eviten la contaminacion de aguas y el consumo indiscriminado de petroleo y hacerlo con el mismo cariño con el que alentamos el uso del cartón, el yute y lo reciclado.  De hecho ya existe gente loca que sí ama el plástico, que investiga su evolución  y oh sorpresa! son peruanos. En la Universidad Católica están logrando polímeros de almidón resistente y biodegradable  por lo que podríamos llegar a tener plásticos de papa o de camote marca-perú. Pero sin el apoyo de empresas y sobretodo del apoyo anímico que te da una sociedad que valora tu trabajo, estos científicos quizás no puedan avanzar con la urgencia que esto amerita y su trabajo corre el riesgo de quedar relegado a algún laboratorio que lo usará como producto exclusivo y no masivo. El problema, al igual que la bombilla incandescente, es que al satanizar y marginar un producto lo condenamos a no dejarlo evolucionar y  relegándolo a nichos exclusivos y caros. Ese concepto dogmático de la ecología cada vez me gusta menos.

Los desiertos.

Cuando leo la frase madera reforestada me entra cierto temor en saber si en verdad están reforestando bosques existentes o si es a costa de algún desierto que el fabricante asume que está salvando volviendolo "verde". Y no puedo evitar imaginar a algún gobernante caminando  sobre un desierto con cierta arrogancia y diciéndole al mundo por medio de la prensa que “aquel terreno árido, infértil e inservible pronto será un pulmón verde y ecológico para el mundo”.

Los desiertos no son el olvido de Dios ni espacios vacíos donde uno pude almacenar pilas o realizar pruebas nucleares. Son parte valiosa del ecosistema global y establecer políticas que transformen los desiertos en zonas verdes puede generar, irónicamente, un mayor daño ambiental.  El desierto sirve como barrera y separa ecosistemas que tienen cobertura vegetal y una fauna determinada, además de ser un banco natural de semillas. Al “verderizarlos” rompería el equilibrio biológico generando problemas de plagas y de polinización por medio de insectos “extranjeros”(2).  El Peru tiene una tradición milenaria de respeto y armonía con el desierto como fue Sipán,  Mochica, Chimú, no tiene porqué cambiar en pos de un mundo verde que en muchos casos esconde intereses irresponsables de producción masiva.

En resumen. Ni bosques artificales son la salvación  ni el plástico debe ser el cuco; y todo se verá mejor con una luz que haga del rojo un rojo de verdad y del azul un verdadero azul. Que la ecología no nos quite aquello que nos hace felices. Seamos realistas, luchemos por lo imposible.

(1) Datos de Rafael Gallego para la revista Diseño Interior n203

(2) Datos extraídos de los textos del Ing. Juan Torres investigador de Soluciones Prácticas  (ITDG) y docente de la Universidad Agraria La Molina.


Escrito por

ALEXANDER MEZA

alexandermeza.pe


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